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La línea roja entre la salud y la enfermedad


En la complejidad de la sociedad moderna, la salud y el bienestar son los pilares fundamentales que determinan la calidad de vida de las personas. Sin embargo, en nuestra búsqueda por mantenernos en un estado de salud óptimo, a menudo nos encontramos en una delgada línea roja que separa la salud de la enfermedad.


El cuerpo humano es una asombrosa y compleja estructura compuesta por diversas "piezas" y "subpiezas", desde órganos y tejidos hasta células y moléculas. Y en la base de esta jerarquía se encuentran los átomos, los verdaderos ladrillos de construcción de nuestro cuerpo, que conforman las moléculas. Cada átomo, de los diferentes elementos presentes en la Tabla Periódica, como el carbono, el hidrógeno, el oxígeno y el nitrógeno, entre otros, aporta características únicas a las moléculas que conforman nuestras células, tejidos y órganos.


El cuerpo humano es una maravillosa obra de ingeniería biológica, donde cada componente cumple un papel crucial en el mantenimiento de la salud.

Desde las estructuras mas grandes, los órganos, hasta las estructuras más diminutas, los átomos. Cada parte desempeña una función vital en la homeostasis, el equilibrio interno que asegura el funcionamiento adecuado del organismo.

Es sabido que la falta de elementos esenciales, aunque sea en pequeñas cantidades, puede conducir a la pérdida de la homeostasis en el organismo. Cuando el cuerpo no recibe la cantidad adecuada de nutrientes, nuestras reacciones bioquímicas y nuestras células se ven afectadas, alterando el equilibrio interno. Esto tiene un efecto sistémico, donde la falta de equilibrio a nivel elemental y molecular conduce a un desequilibrio y disfuncionalidad en todo el organismo.


Así, átomos de diferentes elementos minerales y oligoelementos (minerales presentes en menor cantidad) como el hierro, el magnesio, el manganeso, el calcio, el potasio, etc., son fundamentales para el buen funcionamiento del cuerpo humano.

El hierro, por ejemplo, es esencial para la producción de hemoglobina (proteína que transporta el oxígeno en la sangre)y su déficit puede derivar en anemia e inmunodeficiencia. Los síntomas por la falta de hierro incluyen fatiga, debilidad, palidez e infecciones de repetición.

Del mismo modo, la deficiencia de magnesio puede provocarnos calambres musculares y trastornos del sueño, y valores pobres de calcio y vitamina d pueden aumentar el riesgo de osteoporosis y fracturas óseas.


En general, la pérdida de la homeostasis mantenida en el tiempo puede tener consecuencias severas a largo plazo para la salud, disminuyendo la capacidad del cuerpo para mantenerse con energía y enfrentar las exigencias diarias, lo que puede llevar a un deterioro físico y cognitivo.

Llevar una alimentación variada y un estilo de vida activo es fundamental para mantener la homeostasis y un metabolismo eficiente. Para ello, es recomendable hacer ejercicio con regularidad y seguir una dieta equilibrada, que incluya una amplia gama de alimentos naturales de gran valor nutricional.

Consumir una variedad de frutas, verduras, proteínas magras, grasas saludables y carbohidratos complejos ricos en fibra proporciona al cuerpo los elementos esenciales que necesita para funcionar correctamente y mantener el equilibrio interno.

Por otro lado, en la sociedad moderna estamos expuestos a una serie de factores que pueden alterar nuestro equilibrio interno, como el estrés, la contaminación, el sedentarismo y una mala alimentación, los cuales ponen en riesgo nuestra salud. Estos factores, especialmente el estrés permanente o distrés, la presencia de tóxicos ambientales y la malnutrición, demandan al cuerpo un extra de micronutrientes, como vitaminas, minerales y oligoelementos, los cuales participan en múltiples reacciones bioquímicas relacionadas con la inmunidad, la actividad nerviosa, los procesos détox y la regeneración celular. Por lo que la suplementación con micronutrientes y/o una dieta equilibrado puede ayudar a balancear un déficit nutricional, mejorar alguna sintomatología asociado a dicho déficit y mejorar el estado de salud general.


Como hemos visto anteriormente, una alimentación inadecuada puede tener repercusiones significativas en el funcionamiento del organismo. Por ejemplo, cuando no recibimos los nutrientes necesarios, como la vitamina B12, la cual esta constituida por cobalto, nuestro cuerpo puede experimentar una serie de síntomas que afectan tanto a nivel físico como cognitivo. La vitamina B12 o cianocobalamina es necesaria para la formación de glóbulos rojos, el mantenimiento del sistema nervioso central y la síntesis de ADN. Asimismo, su déficit puede estar asociado tanto a una ingesta insuficiente de la misma como a su malabsorción. Esto último puede deberse a problemas de distinta índole como: gastritis crónica, infección por H. Pylori, inflamación intestinal, SIBO, consumo de fármacos como metformina, enfermedad celíaca, etc.

Los síntomas de la deficiencia de vitamina B12 incluyen fatiga, debilidad muscular, problemas de memoria y concentración, entumecimiento y, en situaciones graves, daño neurológico irreversible. En casos de practicar una dieta vegana o vegetariana estricta es interesante la suplementación en su forma metilada, esto es, metilcobalamina y consumir frecuentemente alimentos fermentados, ya que son las bacterias encargadas de la fermentación las encargadas de sintetizar esta vitamina.

Para mantenernos en un margen adecuado entre la salud y la enfermedad, es fundamental adoptar un enfoque integral hacia el bienestar. Esto incluye una alimentación natural y consciente, una actividad física regular, una gestión adecuada del estrés y un descanso reparador.

Siguiendo, lo que para mi, son Los 6 Pilares de la Salud te invito a posicionarte en beneficio de la salud a un lado de esa, a veces, delgada línea que separa la enfermedad de las salud:

  1. Oxigenación y respiración consciente

  2. Hidratación de calidad

  3. Alimentación natural

  4. Descanso según los ritmos circadianos

  5. Actividad física

  6. Gestión emocional


En última instancia, la vida es un equilibrio entre el dar y recibir, entre el cuidado de nuestra salud y las demandas del mundo que nos rodea. Al comprender la complejidad de nuestro organismo y la influencia que tienen nuestros hábitos y elecciones en nuestra salud, podemos tomar medidas para mantenernos en un estado de bienestar óptimo. Mantenernos conscientes de esta línea roja entre la salud y la enfermedad nos permite tomar el control de nuestro bienestar y vivir una vida plena y saludable.

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